Forman colonias
de un tamaño que se extiende desde unas docenas de individuos
predadores que viven en pequeñas cavidades naturales, a colonias muy
organizadas que pueden ocupar grandes territorios compuestas por
millones de individuos. Estas grandes colonias consisten sobre todo en
hembras estériles sin alas que forman castas de «obreras», «soldados» y
otros grupos especializados. Las colonias de hormigas también cuentan
con algunos machos fértiles y una o varias hembras fértiles llamadas
«reinas». Estas colonias son descritas a veces como superorganismos, dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando colectivamente en apoyo de la colonia.[3]
Han colonizado casi todas las zonas terrestres del planeta; los únicos lugares que carecen de hormigas indígenas son la Antártida y algunas islas remotas o inhóspitas. Las hormigas prosperan en la mayor parte de estos ecosistemas y se calcula que pueden formar el 15-25% de la biomasa de los animales terrestres.[4] Se estima que hay entre mil billones (1015) y diez mil billones (1016) de hormigas viviendo sobre la Tierra.
Se considera que su éxito en tantos entornos se debe a su organización
social y a su capacidad para modificar hábitats, a su aprovechamiento de
los recursos y a su capacidad de defensa. Su prolongada coevolución con otras especies las ha llevado a desarrollar relaciones miméticas, comensales, parásitas y mutualistas.[5]
Sus sociedades se caracterizan por la división del trabajo, la comunicación entre individuos y la capacidad de resolver problemas complejos.[6]
Estos paralelismos con las sociedades humanas han sido durante mucho
tiempo fuente de inspiración y objeto de numerosos estudios.[N 1]
Muchas culturas humanas las utilizan como alimento, medicina y como objeto de rituales.
Algunas especies son muy valoradas en su papel de agentes de control biológico.[7] Sin embargo, su capacidad de explotar recursos provoca que las hormigas entren en conflicto con los humanos, puesto que pueden dañar cultivos e invadir edificios. Algunas especies, como las hormigas de fuego (género Solenopsis), son consideradas especies invasoras, ya que se han establecido en nuevas áreas donde han sido introducidas casualmente.[8
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